Convivencia y excesos

Convivir juntos y no dejar de respetarse

Convivencia

Otra vez con la misma frase: "La familia no viene dada, sino que se hace"

Sí, lo sé. Ya he hablado de esto en una entrada anterior, pero es que existen más matices. 
Me gustaría tratar uno muy importante, ya que es uno de los pilares que fomentan el bienestar cívico. 

Y es que todos, en la familia y fuera de ella, somos un mundo. Un mundo en el que se suele "ser diferentes". 
Cuando estamos entre familiares nos comportamos de diferente manera, que cuando estamos con gente de fuera de la familia. 
Esto puede parecer de lo más lógico, pero para mí no lo es. 
No comprendo el por qué de ello. Es más, me parece hipócrita e incivilizado. 
Se supone que tenemos que ser una persona, no varias en una. 
Ya se que esto se da cada día, pero eso no significa que sea lógico, ni coherente. 
De hecho, la peor parte se la lleva los familiares o convivientes. 
Con los de fuera se suele ofrecer nuestra mejor versión de lo que somos (sea cierto o no). Y con la familia, soltamos el peor carácter. Como si la confianza sirviera para eso, y no para crear vínculos sanos. 

Entonces... ¿Quiénes somos en realidad?. 

Creo que cuantas más caras se tiene, mayor es la dificultad para tener una vida equilibrada, sana y feliz. 

Se suele relacionar una mayor confianza, con el hecho de permitirnos soltar lo peor de uno mismo frente a esas personas. Y eso no es confianza, sino una falta total de respeto, cariño y educación. 

Hay quienes piensan que los amigos son lo mejor del mundo. Que "se puede ser como uno es, sin que la amistad se resienta". 

Pues bien; no pocos son los casos en los que al tener que convivir un corto periodo de tiempo, (compartir habitación de hotel durante dos semanas de vacaciones, o el quedarse en casa de esa persona amiga, por el motivo que sea...), solo se piensa en que esa situación termine lo antes posible, para no tener que soportar las rarezas, costumbres o maneras que la otra parte despliega. 

Es decir, la amistad es lo mejor, siempre y cuando sólo se comparta lo que a ambas partes les parece bien. Entre ellas, lógicamente, está el vivir cada uno su vida, y en su casa. 

Por tanto, cuando se habla de amistad y se le valora como el no va más de las relaciones afectivas, deberíamos tener en cuenta que lo que se comparte con esas personas solo supone un 30% de lo que somos. Del otro 70%, un 55% se lo ofrecemos a la familia, y el otro 15%, lo dejamos para nuestro 'yo' interno. 

Según esto, es la familia quien nos conoce más (en lo bueno y en lo malo). 
Esto significa, que cuando sacamos lo que somos y marcamos nuestro territorio, (donde queremos comportarnos como nos place), es más completo con la familia, que con las amistades. 
Bueno, para ser más concretos, hablo de convivientes (familiares o no). 

Convivir bajo un mismo techo, es lo que realmente define el 85% de una persona. Como dije antes, ese 15% restante, es exclusivo de la propia persona. Porque a nadie se le conoce del todo, jamás. 
Si existe una persona que se acerque a ello, es la pareja, ...que podría llegar hasta el 95%, pero no más. 
Aún así, el 5% del carácter interno de una persona, es todo un universo por descubrir, por lo que no hay que cometer el error de infravalorar tal condición. 

En resumen, lo que me gustaría dejar en claro, es que habría que valorar mucho más a esas personas con las que se convive

Son ellas (somos nosotros) las que conocen más sobre nuestras debilidades, irracionalidad, carácter... Y aún así, continúan (y continuamos) conviviendo bajo el mismo techo. Razones para que esto sea así hay variadas, pero todo tiene un límite. 

Son esas personas las que realmente se merecen todo lo mejor de nuestra parte. Pero, la realidad es diferente. Difícilmente se ve que esto sea así. 

Hay familias o relaciones, que siempre hacen lo que sea por aparentar que están unidas y que se llevan de maravilla, cuando en realidad, no es así. 

Creo que el darse cuenta, el abrir los ojos y poder ver que, son esas personas las que soportan lo peor de nosotros (y viceversa), las que siempre están ahí; es lo que las convierte (nos convierte) en únicas y especiales. Pero, como siempre pasa, cuando las perdemos, es que nos damos cuenta de lo importante que eran. 

Cuanto antes se consiga ser conscientes de esto, antes contribuiremos a la felicidad y el bienestar de los demás y de la nuestra propia.  

Hacer de menos o machacar a quienes nos soportan y, a pesar de todo, nos quieren y ayudan, debería ser motivo de reflexión. 

¡Feliz 2022!. 

Imagen: stux (Px)


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