J. Cortázar: El amor nos elige.
"Rayuela" - Julio Cortázar
"El amor no se elige, te elige… Un día te das cuenta que no soportas vivir sin él, que cuando estás con él, piensas que dentro de un rato él se irá, y lo besas con tanta pasión como si ese beso fuese a parar el tiempo o a darte más minutos con él. El amor ya te escogió y tu tienes que dejarte llevar. Luego se acaba y cuando pierdes, el miedo vuelve a empezar…"
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El amor "elige por nosotros". Tanto es así, que por mucho que no lo queramos ver o nos cueste creerlo, terminamos por elegir lo que nos dicta nuestro sentir desde nuestro interior.
Es decir. El amor que somos capaces de sentir, no es un sentimiento que sale espontáneo, ni preparado como en un ensayo. El amor que llevamos dentro, tiene tantos años de experiencia, como los mismos que tenemos nosotros. Y es que ese amor, brota de nuestro propio carácter interno, y por tanto, con unas capacidades concretas. Estas capacidades y la calidad con las que se expresan, tienen su origen en el tipo de "herramientas" con las que contamos, y que son aquellas que hemos podido desarrollar durante nuestro crecimiento y desarrollo. De ahí, que solo nos pueda atraer ciertos comportamientos o aptitudes de los demás, y no todos.
Como se suele decir, "no se le puede pedir peras a un olmo". Pues en el amor, lo, mismo. Solo seremos capaces de interesarnos por aquellas personas que nos hacen sentir por dentro, bien. Por lo que no basta con un físico. Es más.., es que hasta eso ha de gustarle a nuestro carácter y personalidad internas, si no, queda descartado.
Entonces, sí que es el amor quién elije, pero sin olvidar que, ese mor que sentimos y su forma de hacerlo, viene configurado por el tipo de carácter interno que alberguemos.
Por esto, se dice que se vuelve con otra persona muy parecida a la anterior. Y claro que es así, porque nuestro interior sigue siendo el mismo. Es decir, que para elegir otro tipo de persona, antes debemos cambiar nuestro interior: manera de pensar. Y esto no es nada sencillo, porque hay que adentrarse hasta las profundidades de la niñez y lo que aprendimos en ese momento, para cambiarlo por aquello que creemos que es lo correcto. De ahí, que muy pocas personas puedan cambiar de pensar y de ser.
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