El esfuerzo divide

Amor a conveniencia

La falsedad para ser apreciados y queridos

Esta es la única manera de que los humanos podamos llevarnos bien, y que parezca que todos somos buenas personas.

Es eso, o discutir todo el tiempo. Porque sabemos que las buenas personas existen, pero en un número ínfimo. Ni siquiera se conocen entre sí.
Y es que, por cada persona buena, existe un millón de personas malas.
Esto significa, que de las 8.000 millones de personas que hay en el planeta, solo 8.000 de ellas, son buenas personas. 

De ellas, ¿cuántas podrán gozar de una vida tranquila y en paz con los demás?. ¿O, incluso, que puedan gozar de salud mental, o no ser víctimas de la violencia y el odio por ser, precisamente, buenas personas?.

Por tanto, la necesidad de ser falsos para ser apreciados y queridos, es algo indispensable en nuestra sociedad.

Espejo rotos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.

Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

/> ¿Cómo puede ser que dijera, que "ha venido a traer división"?.

¿Qué modelo de amor es ese?.

Por desgracia, el AMOR (con mayúsculas) alcanza a tener un significado que nos resulta inalcanzable e incomprensible. Pero, aún así, todos deseamos mejorar para ser mejores. Esto hace que cada persona tenga que invertir un esfuerzo en concreto y particular de cada uno; fijado por el nivel más alto o bajo de comprensión y de pensamiento altruista.

Sin duda, el esfuerzo es la palabra clave, porque es lo que marca un mayor o menor éxito en ese camino (o en cualquier otro que nos planteemos).

El esfuerzo no es una cualidad a la que se le tenga mucho cariño ni devoción. Así que eso marca diferencias entre los que no lo rehúsan; entre los que lo aceptan a regañadientes; y entre los que son conscientes de que sin él, nada se puede conseguir.

Unos y otros nos miramos con recelo, altivez, rabia o envidia, porque no todos queremos esforzarnos lo mismo, pero lo que sí queremos, es "estar considerados a un mismo nivel" y tener el mismo reconocimiento.

Por lógica, el que más se esfuerza en mejorar, sea mejor. Mientras que al que menos se esfuerza, sea peor.

Al no ser el esfuerzo una figura de devoción, ocurre que al que se esfuerza, que es minoría, se le quiera apartar, humillar, desprestigiar, tapar. Que no destaque, para así no tener que reconocer lo hipócritas y vagos que somos el resto, y que queremos que nos lo den todo hecho.

En este sentido, hay que decir, que muchos se aprovechan del esfuerzo de otros. Son como sanguijuelas que se alimentan del esfuerzo ajeno. Se creen espabilados e inteligentes por ello, cuando, en realidad, dan pena, porque no saben darse respeto a ellos mismos. Y es por ello que se hace imposible entablar buenas relaciones (de las que sea) con los demás.

Lo que más indigna, es que ese AMOR, (con mayúsculas) hace mejorar a las personas, y las hace tan buenas, que lo perdonan TODO.

Perdonan las injusticias, insultos, vejaciones, críticas y palizas a las que se les somete; incluso, llegando a perder la vida por ello.

Pues ésta es la división de la que se nos habla; donde unos cargan contra otros, simplemente, porque no somos capaces de entregar el mismo esfuerzo y que todos mejorásemos de verdad. Y es aquí, donde Jesucristo nos dice que "viene a encender la tierra", y que "ya desea que estuviera ardiendo".

Se refiere al fuego del AMOR.
A ese sentimiento puro, que hace que todos quisiéramos lo mejor para todos, sin excepción alguna. Y en esto entra, inevitablemente, el esfuerzo que todos debemos realizar para que ese amor se de entre todos. Porque solo no va a ocurrir. Hay que trabajar en ello para que sea una realidad.

Podemos pensar que es una cursilería, o, por el contrario, que sería uno de los retos más hermosos que el ser humano puede realizar.

Lo que sí podemos afirmar con toda rotundidad e infinita tristeza, es que el ser humano, no solo NO ha conseguido hacerse mejor persona, sino que es la especie más destructiva, menos útil, y que mayores fracasos reporta a la Vida.

Y vale que se pueda perdonar todo. Pero, minuto a minuto, convivir con los demás es un reto, porque hay que perdonar todo lo que nos pone de los nervios, in situ. Es decir, todo se puede perdonar, pero lo difícil es hacerlo a cada segundo que está ocurriendo ese daño. Y, entonces, si una de las partes no deja de regalar maldad, la otra debe de aguantarlo todo y perdonar; debe llevarse bien y hacer el bien, aunque se estén recibiendo palos y más palos, minuto a minuto, y día tras día.

¿Es esa la manera de amar?.

Porque el que hace el mal, no quiere aprender ni esforzarse para ser mejor persona.
Y así se pasa la vida, de unos y otros, con la maldad siempre viva.

Muchos del que hacen el bien se cansan de que nada cambie.
Por esto es importante recalcar, que si queremos que el amor y el bien se propaguen, no basta con perdonarlo todo y hacer como si nada estuviera ocurriendo; eso es como someterse ante el mal.

Todos debemos esforzarnos por ser justos y hacer el bien. ¡Todos!. Si no, el mal siempre será lo que venza. Y después nos quejamos de los políticos y dirigentes. Nos quejamos de los malos profesionales. De la maldad que despliegan las personas, y que son hasta de la propia familia.

El que perdona se gana el cielo. Pero permitiendo o sembrando la maldad se de por todas partes, ¿qué se gana?.

Es difícil lidiar con los que hacen el mal. Es difícil perdonar todo lo que se hace y ver que no se quiere cambiar para mejorar. Que no se esfuerzan por mejorar. Pero bien que quieren respeto. Bien que quieren cariño. Que quieren el cielo.

Al final, ser mártires no arregla nada en este mundo, aunque se gane el cielo. ¡Que no es poca cosa!.

Solo digo, que si no se hace nada para que todos nos tratemos con amor y respeto por igual, solo estamos dando alas al mal, y que por eso sigue existiendo, y cada vez con mayor fuerza y descaro.

Los grandes poderes deberían trabajar para hacer el bien e instalarlo en la sociedad.

Conseguir que la sociedad entera, llegue a comportarse responsable y generosamente, porque "sea eso lo que los poderes quieren"; siendo ellos los primeros en cumplir con ello. El problema es que siempre han hecho completamente lo contrario, y la sociedad les sigue como hipnotizados.

Así que mientras no sea así, la maldad seguirá existiendo, y las divisiones también.

La cuestión es: ¿qué mundo es el importante; éste en el que vivimos y es finito, o en el que está por venir y es por toda la eternidad?.

Si es el primero, tendremos que luchar y enfrentarnos, para que el Bien prevalezca sobre el Mal.

[Jesús les dijo a sus discípulos: "si no se os recibe en algún pueblo, casa o ciudad, salid de allí, y sacudiros el polvo de las sandalias"].

Es decir, así mostraban la desaprobación con la manera de ser o pensar de estas gentes.
Entonces, ¿es eso lo que debemos hacer?.

Si es el segundo, tendremos que hacernos mártires. Y sí, ...así ganaremos el cielo. Y sería este comportamiento el que deberíamos seguir.

El término medio sería el adecuado: decidirnos a hacer el bien y esforzarnos por sembrar amor, sin tener que ser mártires ante el resto de la sociedad, ni sembrar la separación y divisiones.
Todos ganaríamos con ello.

Pero, ¿queremos cambiar de manera voluntaria?.

Difícil es que eso ocurra. Y es por ello que somos más de aparentar y ser hipócritas.

Podemos llevarnos bien con cualquiera, (familiar o no), siempre que rehusemos a tener que mostrar quiénes somos en realidad, y que se conozca solo aquello que queremos.

Así es la única manera de llevarse bien: nada de convivir bajo el mismo techo por más de lo estrictamente necesario, porque la mascarada no se podría mantener por siempre; nada de trabajar en mismo lugar; nada de tener los mismos "mejores" amigos... En definitiva, mostrar al mundo lo que sabemos que está bien, y dejar la realidad de lo que somos para las redes sociales, bajo un seudónimo que nadie conoce.

Se dice que "los niños y los borrachos nunca mienten".

Pues para vivir en aparente amor y armonía; llevarse bien y vivir con paz interior; hay que aprender a no ser uno mismo en ningún momento. De no ser así, los demonios saldrán y la realidad quedará al descubierto.

Imágenes Px: Brida_staright / CDD20

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