¿Existe el Infierno y el Cielo?.

Siguiendo el hilo de la entrada anterior, donde se indica la posibilidad de un Dios, ¿significaría también, la existencia de un "Infierno" y un "Cielo"?.




 Infierno - Cielo

Todo lo que existe está formado por partículas, así como que todo lo que sucede tiene que ver con el comportamiento (procesos) que toman:

- El Cuerpo (Materia) correspondería a lo físico y en cualquier estado. Las partículas toman "forma", según el elemento al que "dan vida". Desde un organismo simple a uno compuesto. Desde las partículas más elementales e imperceptibles, que van mutando en otras más compuestas, dando lugar a una infinita diversificación de la Vida. 

- El Alma (Energía global) sería aquella Fuerza Total por la que todo el conjunto se mantiene unido, comparte toda información y evoluciona en función de esos parámetros. Siempre intentando sobrevivir lo más saludable posible. 

- El Espíritu (Energía particular) sería la Fuerza Interna que da autonomía a cada partícula, elemento o forma de manera individual o propia. 


Esto es así, ya que todo parte de las partículas más elementales, que lo único que "tienen de vida" es su propia actividad y energía. Ambas condiciones crecieron al tiempo que el sinfín de procesos e interacciones que se daban lugar, dando origen a la Creación tan diversa y extensa que existe en el Universo. Siendo imposible de darse con partículas "muertas", o sea, sin actividad ni energía; que es  justo como estaban en un principio, antes de desatarse ese atisbo de incertidumbre que generó todo el proceso.

Pues cada forma tiene su propio sistema de vida adecuado a las condiciones particulares que debe desarrollar. Da igual que sea una forma animada o inanimada, ya que lo fundamental es que sus partículas tengan actividad (vida). Siendo por ello, que esta energía espiritual, "solo" guarda la información de esa forma en la que habita. 

Durante su existencia, como tal, esa energía o fuerza vital (Espíritu) va compartiendo todos los datos e información que registra con la energía global (Alma), haciendo que la conexión sea constante y fluida.

Una vez (se) "muere", tendiendo a desaparecer esa forma como tal, es cuando la energía espiritual se libera y desliga, llevándose toda la información de lo que "representaba". Pero, no queda todo ahí.

Nada está en reposo, todo se mueve vibra y circula en distintas "frecuencias". Las diferencias entre las diversas manifestaciones del poder universal se deben por completo al diferente modo e intensidad vibratoria. La ciencia moderna ha comprobado que todo lo que llamamos materia y energía no es más que "modos de movimientos vibratorios".

Según el investigador japonés, Masaru Emoto, convencido de que "todo en la existencia vibra", decidió fotografiar microscópicamente moléculas de agua que habían sido expuestas a distintas palabras y música, comprobando que el agua forma distintas estructuras cristalinas en función de las buenas o malas vibraciones (por decirlo así). De tal forma, que lo positivo y negativo queda reflejado.

Así que algo tan sólido como una roca, (un balón, un zapato, un caramelo, ..¡todo!) en su interior está llena de movimiento atómico. Si pudiésemos tener una vista de microscopio nuclear, podríamos ver esas vibraciones. El agua en estado sólido y gaseoso vibra y está agrupada de formas distintas. Pero, ¿pueden las personas tener vibraciones diferentes unas de otras?. ¿Puede su estado espiritual y mental  modificar su propio cuerpo y materia?.

Solo teniendo en cuenta (y según el estudio de Masaru) el porcentaje de agua que contienen los seres vivos o el propio planeta, está claro que "lo bueno y lo malo" que hacemos, debe repercutir en la salud de ambos. Pero sabiendo, además, que este comportar es general en toda partícula, pues con más razón para pensar que el Bien y el Mal, construye o destruye; une o separa; crea equilibrio o desarmonía.

El Amor, por ejemplo, es de las cotas de vibración más altas, y aunque lo relacionamos con el terreno emocional y positivo, lo cierto es que su capacidad alcanza los confines de la Existencia. Y es que la realidad de su fundamento, o su verdadero don, radica en la armonía que establece a todos los niveles y en toda la Creación.

Así que en lugar de Amor, tendríamos que llamarlo Armonía. Siendo que todo lo que se aleje de ese concepto, tenderá a desarmonizar, a destruir, a alterar, a diferenciar, a crear conflicto, caos, o a sufrir.

Con tales conceptos, casi se podría decir que las partículas, la materia y la energía son capaces de "tomar consciencia" del estado "anímico" (más o menos armonioso) que le rodea y tener su propio "sentir". El cual incide, se manifiesta y repercute en la salud o condiciones positivas y negativas que puedan darse.

Teniendo en cuenta que somos la especie (conocida hasta ahora) con mayores instrumentos de apreciación de lo armónico (el Bien) o de lo destructivo (el Mal), el grado de consciencia también crece exponencialmente, lo que nos regala una carga energética mucho mayor que al resto. Es decir, las vibraciones que emitimos (en las diferentes frecuencias) contienen un enorme significado para el resto de la Creación. Con lo que no es nada probable que podamos pasar inadvertidos por ella, sino todo lo contrario, que tengamos una enorme responsabilidad en manejar convenientemente ese gran potencial. Lo cual tiene su parte positiva, ya que podemos desarrollar al máximo nuestras posibilidades y evolucionar convenientemente, pero por otro, de no hacerse de manera armoniosa, lo que crea es caos, dificultades. Lo que no solo es malo para la Existencia en su conjunto, sino que de manera particular, ese mal hacer, esas malas vibraciones nos arrastran a determinados desequilibrios, provocando en nuestro "animo" energético, (que sabemos que es consciente de lo bueno y lo malo), una mala aversión hacia el resto, o/y al revés; convirtiéndose nuestra existencia en un camino para crecer unidos y armoniosamente, o luchar incesantemente ante todas las adversidades del universo. 

Y es aquí, donde quizás pueda tener significado o relevancia la existencia o no, del denominado "Infierno" o "Cielo".




Lo cierto es que la Iglesia lo presenta como un hecho, donde "los malos van al infierno y los buenos al cielo". Lo que se recrea con la imagen de fuego eterno y sufrimiento para unos, y un paraíso lleno de paz y felicidad eterna, para los otros. 

Esta visión no parece muy acertada o lógica, ya que intentar enseñar con el miedo como instrumento de coacción, no hace más que alejarnos todo lo posible de ese aprendizaje.

Lo conveniente siempre es el respeto. Desde él todo camino se abre para ser reconocido y valorado, permitiendo una elección libre y basada en una comprensión objetiva. De esta manera, nadie ha de verse obligado o sometido a ninguna voluntad, ni bajo ningún concepto. Solo se trata de sembrar el respeto en nuestro interior, como caldo de cultivo o nutriente para el desarrollo, adaptación y evolución, de la manera más justa y equilibrada.

Por tanto, la consciencia que esa energía espiritual recoge y acumula, no tiene que ver con quién se halla sido ni lo que se halla hecho; pero sí que mantiene la esencia de unas vibraciones concretas, que fijan unas estructuras y emiten en una frecuencia determinada, en función del Mal o el Bien que alberguen sus partículas. Lo que las lleva a tomar aquellos caminos en los que se lo ponen fácil y son bien acogidas, o por contra, tener luchar encarnizadamente para no ser "pasto" de energías espirituales más poderosas, que solo quieren apoderarse del resto de energías errantes, desubicadas o más débiles. Y es que, en el fondo, toda forma de Vida solo desea fervientemente dos cosas: seguir existiendo y no sufrir dolor. 

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