Navidad. La descreída, pero celebrada.

Ser familia no garantiza llevarse bien
(Geralt/Pixabay)

Alguien dijo (en algún programa) que "la familia no viene dada, sino que se hace".
 Es decir, que ni los de la propia sangre se salvan de la quema. 

La familia se hace, si. Que se lo cuenten a la Justicia, al Sistema de Finanzas (estatal y empresarial), o a los sicarios y mafiosos, cuando de lo que se trata es cobrar una deuda. Está claro que para estos casos, la consanguinidad y la estirpe tiene un mayor peso específico y práctico, que el mero sentimiento de simpatía o amor que pueda existir. 

Los embargos de cuenta y propiedades a familiares cuando el principal deudor no cumple, es algo que está a la orden del día.
Pero el amor también cuenta, por supuesto. Atacar a aquellos objetivos que importan, es lo que hace productiva la finalidad que se busca alcanzar: cobrar la duda o que 3lnotro haga lo que se le exige. 
Así, que por mucha filosofía que se le unte al asunto, guste o no, la familia viene dada. Y de paso, las consecuencias que se derivan de ello; las cuales nos acompañarán siempre, a no ser que se ponga algún remedio legal y determinante para que no sea así. 

La cuestión, es que en Navidad todos queremos celebrar la Amistad, el Amor y poner en valor los buenos sentimientos. Sí, así...como si el resto de días que componen el año, donde todo es pisar al otro, vengarse, hacer de menos, despreciar a los demás y criticarlos, nunca hubiera sucedido. Eso, sin contar con que casi nadie cree en lo que esta fiesta simboliza. 
 
Es como si cada año nos pusiéramos el reto de ser la escoria perfecta. Sí, bueno, ...escoria, pero, perfecta. 
Buscar la perfección no está mal visto. Ahí tenemos a los dirigentes y sus tramas. A la Justicia y su falsa equidad. Al ciudadano, siendo víctima de su ignorancia y cómplice de esa imparcialidad, creando desigualdad, diferencias y sinrazón. Siendo esto, justamente, lo que hace posible que el mundo vaya a peor cada vez. 
 
Año tras año, podemos ver y sentir de manera nítida, la falta de escrúpulos, de sinceridad, humanismo y verdadero afecto que nos damos. 

Cada año los problemas y las dificultades aumentan. En el trabajo, el estrés, el mal humor y el agobio no falta. Las escusas para que esto sea así, tampoco faltan. Lo mismo que las enfermedades mentales y cardíacas, las adicciones, la violencia, el pensamiento radical...

Y lo cierto, es que el Estado nos exprime a todos

A las empresas se les pide más cada vez. Pero para su suerte, se les permite explotar a los trabajadores. 
Una, porque a mayores beneficios de la empresa, más que se lleva el Estado. El fin justifica los medios. 
Y dos, porque si no permitieran explotar a los trabajadores, así como montarse ciertos chanchullos, el chiringuito se les vendría abajo. Y la cosa es sacar el máximo rédito al pueblo, sin que a éste se lo parezca.
Y la culpa para los empresarios, o para los que llegan de fuera. O para los de raza diferente, sexo, o condición. 

Y sí, tienen su culpa. La misma que pueda tener cualquiera que no pide factura. O que busca a obreros que trabajen sin contrato. O a los que contratan por pocas horas y les hacen hacer más del doble y triple. En negro, por supuesto. Y a lo más barato posible.
O aquellos a los que lo que importa es lo barato y bueno, obviando la vulneración de todo derecho humano que hay detrás de esos productos que tan ricamente compramos. 

Es decir, que si nos ponemos así, pocos, muy pocos son los que pueden decir que cumplen con las normas y valores que convierten al hombre en un ser digno y honorable. 

En estas fechas llegan los saludos efusivos y las lágrimas como símbolo de bondad; los recuerdos emotivos y la exaltación de la amistad y el amor, como valores de una sociedad civilizada y saludable. 

¿Quién se cree esto?.
 
Siempre se dice que "sobran dedos de una mano para contar a los verdaderos amigos que se tienen". Cuánto más difícil será, el poder contar a personas que realmente puedan gozar de la condición de "buenas personas".
Personas honestas, íntegras, comprometidas con el bien.
No existe nada de eso. 
Y no existe porque todos nos comportamos mal. Pero esto tendría solución si los que se dedican a dirigir el Sistema y la vida de todos, hicieran por promover y educar en la Cultura del Bien. 

Desde que el progreso llegó, el hombre no ha dejado de hacerse peor cada día. Y tiene mérito el no creer en casi nada y celebrar lo que no se tiene, ni quiere, ni se hace por tener. 

Somos una especie en extinción, está claro. Y es innegable lo bien que se nos da el provocar que suceda lo más rápido posible. Y, al mismo tiempo, llorar y pedir al cielo o a una pata de conejo, que nos de la suerte para que nada malo nos suceda.
¡Claro que sí!. 

(Bob_Dmyt/Pixabay)

¡Feliz Navidad para todos!. 
Somos los mejores.

Sed felices. 

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