¿Existe el Espíritu y el Alma?
Si para el desarrollo y evolución de la Vida no basta con los procesos naturales, entonces, es que deben darse otras circunstancias más poderosas aún.
Como puntos de referencia, tendríamos:
- La información, la cual recoge, guarda y comparte.
- El desarrollo, que basa sus pasos en esos datos, intentando adaptarse continuamente.
- La evolución, que abre posibilidades únicas, para nunca dejar de existir.
Tales fines, necesitan de unas capacidades precisas, como son: fuerza (energía), control (leyes) y coordinación (procesador). Lo que sugiere, que ese ser (que es todo lo creado) no solo existe, sino que debe tener conciencia de ello. De ahí, su empeño para no dejar de hacerlo.
De alguna manera, le ocurre lo mismo que a cualquier otro ser, que su salud interior limita su "tiempo de existencia". Que, en su caso, esa salud la determina el comportamiento de cada elemento y forma presente en la Creación, así como del entorno (de tener alguno) que le rodea. Es por esto que hablamos del libre albedrío con el que todo en la Vida se desenvuelve, ya que de no ser así, sería tanto, como si nosotros pudiéramos mandar en nuestros órganos, haciendo que actuaran, cuándo, cómo o cuánto quisiéramos. Cosa que es imposible de llevar a cabo.
Por tanto, y resumiendo; todo lo que existe está formado por partículas. Las mismas que "dan vida", no solo a cada elemento y forma existente, sino, que todo ello en sí, conforma un ser que "vive, siente, padece y tiene conciencia de si".
Según esto, el carácter que toma "todo lo creado", (de manera individual y colectiva), influye en la calidad de vida de este ser. Lo que significa, que en su empeño por sobrevivir, siempre decidirá evolucionar ante condiciones positivas, o bien, optará por protegerse ante las negativas, adoptando las medidas necesarias para alcanzar, en todo caso, el equilibrio.
Por esto la información es fundamental, siendo en base a ella que todo se desarrolla. Pero, debe existir además, una motivación por la cual, el deseo de equilibrio no se llegue a ver nunca comprometido, tomando preferencias que marcarían objetivos partidistas. La humanidad es un claro ejemplo de esta falta de principios, donde opta por comportarse de manera egoísta, como si todo lo perteneciera y existiera sólo para él. Cosa que, obviamente, no es así.
Este ser ha de recoger información, analizarla y compartirla para desarrollarse. Algo para lo que es necesario un cerebro o procesador. Gracias a esta labor, (y como ocurre en cualquier otro), el resto de elementos funcionan de manera coordinada. Lo que no significa que suceda de la mejor manera, sólo que modifica y se acopla a las circunstancias con las que se le obliga a vivir, intentando ante todo, mantener el mejor equilibrio y alargar su existencia.
Su exterior está definido por el Vacío que insiste en devorarlo, y para lo que debe permanecer fuerte. Mientras que su interior, debe lidiar con todo lo que la Existencia ha creado. En definitiva, es lo mismo que le ocurre al resto de seres vivos, aunque cada uno en su medio, con su propia estructura interna y su forma de existencia.
En el caso de este ser, todo él (lo creado) es un gran cerebro o procesador. Cada elemento y forma existente, tiene un cometido muy especial para él: ser sus sentidos.
Es decir, al igual que todo ser vivo necesita captar toda información a través de sus sentidos para desarrollarse y evolucionar, lo mismo ocurre en su caso. Todo lo creado, desde la partícula más elemental, a la forma de existencia más evolucionada; es para este cerebro masivo, (Ser, Ente, Dios, Creador, ...), lo que nuestras células, órganos, sentidos y capacidades, significan para nuestro cerebro y nuestra estructura.
Este ser ha de recoger información, analizarla y compartirla para desarrollarse. Algo para lo que es necesario un cerebro o procesador. Gracias a esta labor, (y como ocurre en cualquier otro), el resto de elementos funcionan de manera coordinada. Lo que no significa que suceda de la mejor manera, sólo que modifica y se acopla a las circunstancias con las que se le obliga a vivir, intentando ante todo, mantener el mejor equilibrio y alargar su existencia.
Su exterior está definido por el Vacío que insiste en devorarlo, y para lo que debe permanecer fuerte. Mientras que su interior, debe lidiar con todo lo que la Existencia ha creado. En definitiva, es lo mismo que le ocurre al resto de seres vivos, aunque cada uno en su medio, con su propia estructura interna y su forma de existencia.
En el caso de este ser, todo él (lo creado) es un gran cerebro o procesador. Cada elemento y forma existente, tiene un cometido muy especial para él: ser sus sentidos.
Es decir, al igual que todo ser vivo necesita captar toda información a través de sus sentidos para desarrollarse y evolucionar, lo mismo ocurre en su caso. Todo lo creado, desde la partícula más elemental, a la forma de existencia más evolucionada; es para este cerebro masivo, (Ser, Ente, Dios, Creador, ...), lo que nuestras células, órganos, sentidos y capacidades, significan para nuestro cerebro y nuestra estructura.
Así, que tal y como ocurre en nuestro cuerpo, el cerebro es el que dirige y coordina toda la información que recibe, para después volcarla de nuevo. Cosa que ocurre en todo momento. Pero, aún así, no somos concientes del funcionamiento de nuestros órganos, ni podemos hacer que se comporten como queremos. Lo hacen de manera propia, en función de sus características y las del resto del conjunto (de la estructura que conforman).
En este caso, esta estructura conforma un gran cerebro, el Universo. Y en su interior, la Creación. O sea, toda materia, sistema, forma o elemento que existe, que son como los órganos con los que ese gran cerebro vive. Que, aún funcionando de manera tan desapercibida y "libre" como lo hacen los nuestros, sí que ocurre, que el estado de equilibrio y de paz que nuestra mente es capaz de encontrar, influye un el estado positivo o negativo de nuestros órganos. Es decir, que las preocupaciones, el nivel de estrés, de ansiedad, agobio, nervios...así como la alegría, positivismo, buen humor, paz interior, relajación, etc. que sintamos, influye directamente en nuestro estado de ánimo y salud; haciendo que nuestros órganos funcionen mejor o peor, e incluso, que enfermen o puedan recuperarse.
En este caso, esta estructura conforma un gran cerebro, el Universo. Y en su interior, la Creación. O sea, toda materia, sistema, forma o elemento que existe, que son como los órganos con los que ese gran cerebro vive. Que, aún funcionando de manera tan desapercibida y "libre" como lo hacen los nuestros, sí que ocurre, que el estado de equilibrio y de paz que nuestra mente es capaz de encontrar, influye un el estado positivo o negativo de nuestros órganos. Es decir, que las preocupaciones, el nivel de estrés, de ansiedad, agobio, nervios...así como la alegría, positivismo, buen humor, paz interior, relajación, etc. que sintamos, influye directamente en nuestro estado de ánimo y salud; haciendo que nuestros órganos funcionen mejor o peor, e incluso, que enfermen o puedan recuperarse.
Pues lo mismo ocurre con la Creación, donde la calidad de su equilibrio y armonía, hace que se transmita un tipo de energía u otra por todo el conjunto.
Todo que surge, contiene una información genética asociada a dos factores fundamentales:
1. Las características como grupo o especie a la que pertenece.
2. Los rasgos propios que definían a la estructura o forma anterior (de la que evoluciona).
Esta "construcción" de la nueva estructura o forma viviente, no garantiza unos órganos perfectos, ya que muchos datos (genética) vienen marcados de la estructura o forma anterior. De ahí, una de las razones por las que el tiempo de vida sea diferente para cada forma. Cosa que el humano ha ido cambiando, haciendo (por ejemplo) que la esperanza de vida haya pasado de los 56 a los 84 años en la actualidad. Pero, esto no ha ocurrido por una mejor genética, sino, por los avances científicos y tecnológicos en operaciones quirúrgicas y fármacos. Es decir, sin esto, continuaríamos muriendo con 56 años. Y eso siendo optimistas, ya que la "vida moderna", en cuestión de alimentación, hábitos, estrés, niveles de contaminación, etc., hace más por matar, que por promover la vida.
Pues, esto mismo ocurre en este gran cerebro. Sus "órganos" evolucionan bajo las mismas bases que los nuestros. Viven, crecen y mueren, para transmitir su información a la nueva estructura o forma que nace.
Entonces, tenemos que la información es algo básico para el desarrollo y la evolución. Pero, por otro lado, tenemos energía, gracias a la cual todo se mueve. Cuando es positiva, todo parece aliarse para que fluya el avance de manera armoniosa. Sin embargo, cuando es negativa, cada suceso supone un obstáculo que crece exponencialmente a medida que se avanza, desestabilizando y creando desorden.
Si unimos ambos conceptos, información y energía en estado puro, el resultado es una fuerza energética con presencia omnipotente, capaz de discernir entre lo bueno y lo malo que sucede en la Vida, y por tanto, pudiendo elegir aquello que más le ayuda a crecer y evolucionar. El problema es que el cerebro, aunque procesa toda la información, no puede elegir cómo ser, sólo, ser. Esa es su máxima. Por lo que esta elección provoca dos tipos de fuerzas energéticas puras: una que se alimenta del Bien, y otra, del Mal. Sin que ello signifique el caos, ya que siempre buscará y dará los pasos precisos para continuar existiendo en el mejor equilibrio posible.
Esto significa, que aunque sabe que la unión lo haría evolucionar plenamente, resulta que no puede hacer que eso se materialice a su antojo, ya que sería como decidir sobre la vida de cada órgano, de su carácter y su existencia. Algo que no tendría sentido para su propia vida, porque solo sucedería aquello que quisiera o provocara. Y una vida premeditada, no provoca motivación alguna ni sirve de fuente de desarrollo.
Por tanto, el Bien y el Mal deben coexistir, intentando dominar uno sobre el otro. No por gusto, ni porque no pueda ser de otra manera, sino, porque no queda otro remedio. Lo que si hay que tener en cuenta, es que el Bien siempre tenderá a construir mayores posibilidades de para seguir existiendo, mientras que el Mal, solo debilita el sistema, haciendo que el sobrevivir cueste mucho más y sea todo más difícil.
Así, que al hablar de un Cielo y un Infierno, podríamos referirnos a esta fuerza energética pura, siempre en continuo proceso y movimiento. De manera individual, sería como el Espíritu: la que se desprende de cada estructura o forma existente, capaz de relacionarse entre ellas. Y en conjunto, sería como el Alma: la suma de todas ellas, capaz de agruparse en función de un mismo sentir y proyección de esa energía (hacia el Bien, o el Mal).
Todo que surge, contiene una información genética asociada a dos factores fundamentales:
1. Las características como grupo o especie a la que pertenece.
2. Los rasgos propios que definían a la estructura o forma anterior (de la que evoluciona).
Esta "construcción" de la nueva estructura o forma viviente, no garantiza unos órganos perfectos, ya que muchos datos (genética) vienen marcados de la estructura o forma anterior. De ahí, una de las razones por las que el tiempo de vida sea diferente para cada forma. Cosa que el humano ha ido cambiando, haciendo (por ejemplo) que la esperanza de vida haya pasado de los 56 a los 84 años en la actualidad. Pero, esto no ha ocurrido por una mejor genética, sino, por los avances científicos y tecnológicos en operaciones quirúrgicas y fármacos. Es decir, sin esto, continuaríamos muriendo con 56 años. Y eso siendo optimistas, ya que la "vida moderna", en cuestión de alimentación, hábitos, estrés, niveles de contaminación, etc., hace más por matar, que por promover la vida.
Pues, esto mismo ocurre en este gran cerebro. Sus "órganos" evolucionan bajo las mismas bases que los nuestros. Viven, crecen y mueren, para transmitir su información a la nueva estructura o forma que nace.
Entonces, tenemos que la información es algo básico para el desarrollo y la evolución. Pero, por otro lado, tenemos energía, gracias a la cual todo se mueve. Cuando es positiva, todo parece aliarse para que fluya el avance de manera armoniosa. Sin embargo, cuando es negativa, cada suceso supone un obstáculo que crece exponencialmente a medida que se avanza, desestabilizando y creando desorden.
Si unimos ambos conceptos, información y energía en estado puro, el resultado es una fuerza energética con presencia omnipotente, capaz de discernir entre lo bueno y lo malo que sucede en la Vida, y por tanto, pudiendo elegir aquello que más le ayuda a crecer y evolucionar. El problema es que el cerebro, aunque procesa toda la información, no puede elegir cómo ser, sólo, ser. Esa es su máxima. Por lo que esta elección provoca dos tipos de fuerzas energéticas puras: una que se alimenta del Bien, y otra, del Mal. Sin que ello signifique el caos, ya que siempre buscará y dará los pasos precisos para continuar existiendo en el mejor equilibrio posible.
Esto significa, que aunque sabe que la unión lo haría evolucionar plenamente, resulta que no puede hacer que eso se materialice a su antojo, ya que sería como decidir sobre la vida de cada órgano, de su carácter y su existencia. Algo que no tendría sentido para su propia vida, porque solo sucedería aquello que quisiera o provocara. Y una vida premeditada, no provoca motivación alguna ni sirve de fuente de desarrollo.
Por tanto, el Bien y el Mal deben coexistir, intentando dominar uno sobre el otro. No por gusto, ni porque no pueda ser de otra manera, sino, porque no queda otro remedio. Lo que si hay que tener en cuenta, es que el Bien siempre tenderá a construir mayores posibilidades de para seguir existiendo, mientras que el Mal, solo debilita el sistema, haciendo que el sobrevivir cueste mucho más y sea todo más difícil.
Así, que al hablar de un Cielo y un Infierno, podríamos referirnos a esta fuerza energética pura, siempre en continuo proceso y movimiento. De manera individual, sería como el Espíritu: la que se desprende de cada estructura o forma existente, capaz de relacionarse entre ellas. Y en conjunto, sería como el Alma: la suma de todas ellas, capaz de agruparse en función de un mismo sentir y proyección de esa energía (hacia el Bien, o el Mal).
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