¿Se Es lo que se piensa, o lo que se siente?.
Entonces, con pensar que se es feliz, que no tenemos miedo, o que todos somos buenos, ya tendría que ser así. Sin embargo, no lo es.
Y no es así, porque es nuestro sentir el que nos lleva a pensar de determinada manera, y posteriormente a actuar bajo esos parámetros, y no otros.
Tal es así, que en el propio feto, ya percibimos el mundo que nos rodea a través del sentir de nuestra madre: ansiedad, estrés, felicidad, miedo, angustia, nervios, alegría, sosiego, aburrimiento, alteración, .. A lo que se le suma, el aprendizaje durante la infancia: paz, violencia, agresividad, amabilidad, tolerancia, cariño, respeto, maltrato, odio, egoísmo, etc.
Pues, todo ello conforma un determinado carácter, que nos impulsa a "ver la vida" con un tipo de filtro particular, que es el tamiz por el que pasamos todo pensamiento, y del que resulta, finalmente, nuestra actitud.
Un ejemplo: a los "niños de la guerra" se les enseña (aprenden a pensar) que matar es bueno para su estatus y fuerza ante los demás, y por eso lo hacen. Y a falta de otra referencia mejor, que les enseñe un sentimiento sano, al hacerlo, se sienten heroicos, poderosos e importantes. No se paran a pensar que es algo deplorable, malvado o salvaje; es que ni siquiera se sienten incómodos o violentados por ello, porque ese pensar y sentir ni lo conocen. Nadie les ha enseñado otros sentimientos con los que poder contrastar la información, pudiendo elegir actuar de otra forma.
Así que, más bien, "somos lo que sentimos", siendo por ese sentir, que pensamos y actuamos.
En mi opinión, no es que si pensamos algo triste, estaremos tristes, sino, "que cuando nos sentimos tristes, nuestros pensamientos irán en esa línea". De hecho, cuando uno se siente abatido, triste, desesperado, angustiado y nada parece contentarnos o tener solución, ..por muchos ánimos, cariño y buena voluntad que se nos brinde, seguiremos sintiéndonos igual de mal. Porque, aunque nuestro pensamiento nos indica que es cierto lo que se nos dice, y que sería por ahí por donde tendríamos que movernos, nuestro corazón no lo siente así. De hecho, los peores combatientes, en cuanto a la resistencia y entrega que ofrecen, dejándose la piel y la vida en ello, siempre serán aquellos que luchan por el sentir de su corazón, y no por la razón de su pensamiento.
Los pensamientos pueden cambiar, el sentir arraigado en nuestro corazón, es mucho más difícil de que se transforme. Por esta razón, muchas personas que han llegado a encontrarse a las puertas de la muerte, pero que llegan a sobrevivir, se proponen aferrarse al cariño de los suyos, a disfrutar de cada momento como si fuera el último, y donde el amor a la familia, la fraternidad con el mundo y el buen hacer, sean su medio de vida desde ese momento. Y así puede que sea durante algún tiempo, pero el humano, siempre vuelve a las mismas andadas, porque no puede evitar sentir como lo hace, por mucho que intente seguir los pasos racionales de lo que le indica su pensar.
Nuestro sentir es tan íntimo y está tan ligado a nosotros, que nos hace tan únicos, como el propio ADN de nuestros genes.
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